El ajedrez «moderno» ha evolucionado mucho desde sus orígenes, no tanto en lo que se refiere a sus reglas, que han permanecido prácticamente invariables desde hace varios siglos, sino en lo que se refiere a la forma de jugar y al estilo de los jugadores. En realidad, esto sólo significa que, como por otra parte es lógico e inherente al ser humano, cada vez se han ido adquiriendo más conocimientos a través de la experiencia y el análisis de los errores de las partidas propias y ajenas, o, para simplificar, cada vez se juega mejor. Y por supuesto, estamos hablando del ajedrez de alto nivel, que al fin y al cabo es también aquél del que aprendemos los demás, pero es un hecho que la mayoría de jugadores y aficionados del mundo llegan a un nivel a partir del cual ya es muy difícil progresar, ya sea por limitaciones intelectuales, cognitivas, motivacionales, sociales o personales, es decir, no todo gira en torno al ajedrez y hay que ocuparse de otras obligaciones “más mundanas” de la vida.
La relatividad de la belleza en ajedrez
Sin ánimo de desviarme del título de este artículo, me gustaría resaltar el hecho de que la visión que podamos tener de una partida de ajedrez es muy diferente en función de la época en la que se jugó y, por supuesto, de los gustos y criterios de cada uno. La mayoría de las primeras partidas conocidas no pasaban de ser miniaturas en las que se producían “celadas” o trampas o simplemente errores de bulto que daban por finalizada la contienda en plena apertura, normalmente tras algún sacrificio espectacular actualmente conocido por casi cualquier jugador de club. En esas épocas todo de reducía a dar mate cuanto antes, costara lo que costara y sin preocuparse de la desventaja material, y, además, ¡ocurría simultáneamente en la partida!, es decir, los dos bandos se lanzaban a un ataque ciego sin preocuparse lo más mínimo en tareas defensivas. Seguramente esto también tenga su belleza, y posiblemente fueron partidas admiradas en aquella época, pero una vez que se conocen dichas “variantes de apertura”, no dejan de ser más que eso.
No viene al caso hacer aquí un recorrido histórico del tema, pero podemos decir que, aunque tal vez ya hubo antes jugadores que se ocuparon del aspecto defensivo, fue sin duda el músico y ajedrecista Philidor (en 1749 con su libro “L’analyse des échecs”, que se puede encontrar en español en Google Books) quien dio los primeros pasos de un camino culminado por el gran Stéinitz (mejor jugador de su época desde 1870 y primer campeón mundial oficial entre 1886 y 1894), quien definió las normas estratégicas de un estilo con el que era capaz tanto de atacar como de atrincherarse y desmantelar los ataques rivales más furibundos, con la consecuente victoria basada simplemente en la ventaja material. Con ello vino a demostrar que no todo vale para ganar, aunque en la práctica bien sabemos, en la mayoría de los casos por propia experiencia, que muchos ataques “sospechosos” acaban en victoria…
Y aquí viene el quid de la cuestión: ¿Una combinación siempre es bella cuando acaba en victoria incluso aunque no sea correcta, o incluso aunque no lo sea pero siempre se haya creído que lo era? ¿Y deja de serlo si se averigua que dicha combinación tenía lagunas y podía ser refutada?
Históricamente han sido los maestros quienes nos lo indicaban a través de sus análisis y sus libros. Si un afamado maestro nos decía en un libro que una combinación (o una simple jugada) era muy buena, normalmente nos lo creíamos, al menos hace una veintena de años cuando analizarla por nuestros propios medios podía llevarnos muchas horas, después de las cuáles ni siquiera podíamos demostrar que nuestros análisis eran correctos… La complejidad del ajedrez es tal, como ya hemos demostrado muchas veces en otros artículos, que es casi imposible para los humanos, incluyendo a los mejores jugadores y campeones del mundo, analizar variantes complejas sin cometer errores, siendo éstos más frecuentes y graves cuanto más profundas y largas sean las líneas y variantes analizadas, por no hablar del tiempo que lleva sobre el tablero este arduo trabajo, llamémosle “de análisis manual”.
Es aquí cuando la única verdad casi absoluta la tienen los módulos actuales, que, por gracia o por desgracia, muchas veces nos hacen cambiar el sentimiento de admiración y belleza que teníamos de una partida. En realidad, esto no tiene por qué ser ni malo ni bueno, es simplemente una evolución y un cambio de opinión inherente al paso del tiempo, algo que entenderemos muy fácilmente si ponemos como ejemplo lo que sentimos cuando, después de muchos años o incluso décadas, volvemos a ver una película que nos parecía “mítica”, y que ahora, desde una visión más moderna, ya no nos parece nada del otro mundo, salvo por el sentimiento de añoranza o los bonitos recuerdos que nos pueda traer a nuestra cabeza (aunque por supuesto muchas películas nos siguen gustando toda la vida…). Lo mismo podríamos decir de la arquitectura, la escultura, la danza, la música, la pintura o la literatura, otra razón más para comparar al ajedrez con un arte.
Como también hemos señalado en otras ocasiones, los “maestros humanos” superan a las máquinas (al menos de momento) en el razonamiento lógico y la posibilidad de explicar de forma comprensible las jugadas o planes realizados en una partida. El jugador que quiera progresar ha de aprender de la experiencia y conocimientos de sus profesores, pero complementado con la exactitud y verificación de los módulos de ajedrez. En otras palabras, un profesional o semiprofesional del ajedrez no puede jugar una variante de apertura simplemente porque crea que es buena si el módulo le dice que es mala. Otra cosa distinta es que dicha variante sea “no demasiado mala” o “suficientemente interesante” como para pillar desprevenido a un rival que no conoce dicha línea o no la tenía bien preparada.
D. Byrne – Físcher, Memorial Rosenwald, Nueva York, 17-10-1956, la llamada “Inmortal del siglo XX”, protagonizada por un joven Físcher que con 13 años fue reconocido mundialmente tras este espectacular triunfo. ¿Acaso no podría haber sido llamada simplemente “La Inmortal”, y la partida que nos ocupa pasar a ser “La Inmortal del siglo XIX”?
El otro aspecto a tener en cuenta a la hora de valorar la belleza de una partida es el nivel de los jugadores que participan en la misma, o, en pocas palabras, si son buenos o malos jugadores. Un ejemplo muy sencillo: si un servidor jugara 50 partidas contra Kaspárov, por citar un campeón mundial bien conocido por cualquier lector (además de ser para muchos el mejor o uno de los mejores jugadores de la historia), aparte de perder casi seguro las 50 partidas, probablemente también me vería “inmortalizado” en más de la mitad de ellas con varios sacrificios de piezas y ataques al enroque que acabarían con una rápida victoria. Y también a buen seguro ninguna de estas partidas sería calificada como “inmortal” ni saldría en ninguna revista, sencillamente porque las combinaciones de Kaspárov eran el resultado lógico y evidente ante mi mal juego…
Es por ello que también resulta casi imprescindible tener en cuenta la calidad de los contendientes que participaron en la creación o no de una partida bella, de forma que, al menos ésta es mi opinión, tiene mucho más valor y seguramente me gustará mucho más una victoria de Físcher contra Petrosián (haya o no combinaciones en ella), que una de Físcher en una olimpiada contra un jugador prácticamente desconocido al que barrió del tablero tras una serie de combinaciones espectaculares. Pero como también dije antes, esto, al igual que ocurre en cualquier disciplina artística, es cuestión de gustos…
Para finalizar este apartado, también cabe señalar que sería imposible crear una obra de arte en ajedrez si ninguno de los dos bandos se equivocara ni cometiera errores, claro que no errores de bulto, sino solamente pequeños deslices que posibiliten la realización de combinaciones que no sean fáciles de ver ni de analizar. Siempre se ha dicho que para producir una obra de arte sobre el tablero, el rival también “debe colaborar”, aunque sea equivocándose… No sería la primera vez que en una partida de grandes maestros, un jugador ve que está perdido en pocas jugadas, pero continúa hasta que le dan mate “dejando para la posteridad una bella combinación sobre el tablero”. Otros no opinan así, y abandonan cuanto antes “para no salir en la foto”.
Historia de “La Inmortal”
“La Inmortal” no fue una partida de competición perteneciente a ningún torneo, campeonato o match, a pesar de que coincidió con el primer torneo internacional oficial de ajedrez de la historia, jugado en Londres en 1851 (se pueden ver las partidas en Chessgames). En dicho evento participaron 16 de los mejores maestros de la época (aunque muchos serán desconocidos para el lector), y no se jugó por el habitual sistema “liga” de todos contra todos, sino por sistema “KO” o eliminatorio. La primera fase se jugaba al mejor de 3 partidas, y el resto al mejor de 7, ¡pero en ambos casos sin contar las tablas! Hay que señalar que en esa época se producían muy pocas tablas, tanto por las ansias de los jugadores por atacar, como por la cantidad de errores que se cometían.
Además, los emparejamientos de la primera fase se llevaron a cabo por sorteo, en vez de hacerlo enfrentando a los jugadores más fuertes contra los más débiles, como suele ser habitual. Tanto es así que, por desgracia, el sorteo inicial emparejó a dos de los favoritos: el alemán Ánderssen contra el francés Kieseritzky. En principio era favorito Kieseritzky, ya que Ánderssen todavía no era tan conocido, pero éste demostró su fuerza ganando por +2=1-0 y eliminando así a su rival.
Tras este resultado, ambos acordaron jugar un match en junio, en el café-restaurante Simpson’s-in-the-Strand Divan de Londres. Obsérvese que, aunque Kieseritzky había quedado eliminado en esta primera fase del torneo, Ánderssen todavía seguía jugando, ya que las últimas partidas del mismo se celebraron en julio, mientras que el match parece que se inició a mediados de junio. Imaginamos que aprovecharían los días de descanso del torneo, pero no deja de ser un hecho que resalta las ganas que tenían de jugar al ajedrez a todas horas. Aunque las partidas de Ánderssen resultaban emocionantes por sus combinaciones, Kieseritzky (que también era un eminente táctico) se mostró superior y ganó el match por +9=2-5, aunque siendo “inmortalizado” en la 3ª partida del encuentro.
Kieseritzky quedó tan impresionado con dicha partida, que él mismo se encargó de transmitirla por telégrafo a su revista francesa La Régence, nº 7, julio de 1951 (se puede leer el original en HathiTrust, pág. 221), lo mismo que Kling y Horwitz, que la incluyeron en el primer número de su publicación Chess Player el 19 de julio de 1851. Por otra parte, el austríaco Falkbeer la publicó en el Wiener Schachzeitung (“Diario Vienés de Ajedrez”) en 1855, incluyendo sus comentarios y análisis, y bautizándola en ese momento como “La Inmortal”. La historia de dicha partida en éstas y otras publicaciones se puede leer en este artículo de Edward Winter en Chesshistory.
Los contendientes
Tal como decíamos antes, resulta complicado ensalzar el mérito de una victoria cuando el bando perdedor tiene poco nivel ajedrecístico, o bien cuando su nivel es muy inferior al del bando ganador. Es por ello que debemos hacer aquí un breve resumen biográfico de ambos adversarios, ya que estamos hablando de dos de los mejores jugadores de su época, aunque realmente Kieseritzky no sea tan conocido como Ánderssen. En cualquier caso, os remito a la Wikipedia en español, que, como de costumbre, suele ser más extensa en inglés o incluso en otros idiomas (recordad que en Chrome basta con pulsar el botón derecho y seleccionar “Traducir” para obtener automáticamente una traducción más o menos “legible”).
Adolf Anderssen
Karl Ernst Adolf Anderssen nació el 6 de julio de 1818 en Breslavia, cuidad de Polonia que por entonces pertenecía al Imperio Alemán. Pasó casi toda su vida en su ciudad natal y nunca se casó. Realmente, ya estaba casado con el ajedrez. Allí falleció el 13 de marzo de 1879, a los 60 años, cuando todavía se encontraba entre la élite del ajedrez mundial.
Según Chessmetrics, Ánderssen era en 1848 el 6ª mejor jugador del mundo, y en julio de 1851, a raíz de su éxito en Londres, subió al 2º lugar (precisamente detrás de Kieseritzky que era el nº 1). Entre 1861 y 1862 se colocó como nº 1 (por delante de Morphy, Paulsen o Kolisch), y, salvo un bache en 1876 y 1877 en el que llegó a descender al 10º puesto, prácticamente nunca bajó del 5º puesto, que conservó hasta su muerte.
Para no repetir todo lo que podéis encontrar en la Wikipedia o en otras páginas, recordemos solamente sus hitos ajedrecísticos más destacados:
- En 1842 publica Aufgabe für Schachspieler («Tareas para jugadores de ajedrez»), una colección de 60 problemas de ajedrez, y en 1852 publicó una segunda colección, además de escribir en revistas de la época.
- En 1846 (y hasta 1865) se convirtió en editor de la revista Schachzeitung der Berliner Schachgesellschaft (“Diario de Ajedrez de la Sociedad de Ajedrez de Berlín”), más tarde llamada Deutsche Schachzeitung (“Diario Alemán de Ajedrez”).
- En 1848 empata un match contra Harrwitz, famoso maestro alemán.
- Tras ganar notoriedad en el mundo del ajedrez, fue invitado como representante alemán en el mencionado Torneo de Londres de 1851. Tras una intensa preparación en los meses previos, enfrentándose en más de 100 partidas a algunos de los mejores jugadores alemanes y austriacos (Mayet, Falkbeer, Max Lange, Dufresne), resultó brillante vencedor del torneo y fue considerado mejor jugador del mundo.
- Un mes después de su victoria en Londres, el London Chess Club organizó un torneo que incluyó a varios jugadores que habían competido en el Torneo Internacional, obteniendo Ánderssen una nueva victoria.
- A finales de 1858 jugó en París un match contra Morphy, uno de los mayores tácticos y mejores jugadores de la historia, que sabía mucho mejor que Ánderssen cuándo se debía atacar. La victoria del campeón estadounidense fue aplastante: 8-3 (+7=2-2). Morphy abandonó el ajedrez poco después, a finales de 1859 con tan solo 22 años.
- En 1860 empató un match con Kolisch, otro de los mejores jugadores de la época, y en 1861 le venció por +4=2-3.
- En 1862 gana el Torneo de Londres, esta vez por sistema liga, por delante de Paulsen, que tuvo precisamente sus mejores resultados a principios de la década de 1860.
- Tras el torneo, jugó un match con Paulsen, empatando con +3=2-3.
- En 1866 jugó en Londres un match con Stéinitz, perdiendo por +6=0-8, cuando Stéinitz todavía tenía un estilo romántico como Ánderssen, pero siendo ya considerado el mejor jugador del mundo (recordemos que fue proclamado primer campeón mundial oficial en 1886 al ganar al ruso Zukertort).
- A partir de su encuentro con Stéinitz, el juego de Ánderssen se volvió más posicional, mejorando también su técnica en los finales. Así, con más de 50 años, obtuvo en los últimos años de su vida cinco primeros premios en torneos importantes, dos segundos puestos, dos terceros puestos, y un sexto lugar en el último torneo en 1879 cuando su salud ya estaba fallando. Es de destacar la victoria en 1870 en Baden-Baden, superando a Stéinitz, Neumann, Bláckburne, Paulsen, etc.
En la página de la Wikipedia en inglés podéis encontrar más detalles de todos los torneos y matches jugados por Ánderssen, así como en Edochess.
Lionel Kieseritzky
Lionel Adalbert Bagration Felix Kieseritzky nació en Estonia (Imperio Ruso) el 1 de enero de 1806 (por tanto, era 12 años mayor que Ánderssen), aunque posteriormente emigró y se estableció en Francia. Falleció en París el 18 de mayo de 1853, con tan solo 47 años.
Según Chessmetrics, en 1848 era el 2º mejor jugador del mundo por detrás de Staunton, aunque a finales de 1849 ya se colocó como nº 1, puesto que conservó hasta finales de 1851, cuando fue superado por von der Lasa, pero se mantuvo entre los 4 primeros lugares hasta su prematuro fallecimiento.
Kieseritzky parece haber pasado a la posteridad solamente por perder “La Inmortal” contra Ánderssen, pero existe un artículo titulado A Famous Loser (“Un perdedor famoso”) que habla sobre su vida. Podéis encontrarlo en esta página de Chess Central, y se trata de un resumen del libro en polaco titulado Zagadka Kieseritzky’ego (“El Misterio de Kieseritzky”), escrito por el historiador Tomasz Lissowski y el GM Macieja, y que incluye una amplia biografía con 170 partidas analizadas.
Sin ánimo de repetirnos, estos son los hechos más destacados de su carrera ajedrecística:
- Profesor de matemáticas en su ciudad natal, en 1839 se fue a París para hacerse ajedrecista profesional, y allí rápidamente se convirtió en uno de los cuatro maestros franceses más fuertes, junto con de la Bourdonnais, Saint-Amant y Boncourt.
- En 1842 empató un match contra el italiano Calvi (+7=1−7).
- En 1846 ganó sendos matches a los maestros alemanes Horwitz (+7=1−4) y Harrwitz (+11=2−5).
- En 1846 publicó el libro Cinquante parties jouées au Cercle des échecs et au Café de la Régence (“Cincuenta partidas jugadas en el Círculo de Ajedrez y en el Café de La Régence”).
- Entre 1849 y 1851 editó la revista de ajedrez La Régence.
- En 1851 en el Torneo de Londres, como ya sabemos, fue eliminado contra pronóstico en la primera fase por Ánderssen.
- También en 1851 en París batió un récord al jugar 4 partidas simultáneas a ciegas, ganando 3 y perdiendo una (véase mi artículo “El ajedrez a la ciega”).
En Edochess podéis encontrar una lista de matches jugados por Kieseritzky, que destacó en este aspecto venciendo en la mayoría de ellos, pero solamente se conocen dos torneos jugados en toda su carrera. Según Staunton en su libro Chess Praxis (“Práctica de Ajedrez”): “Con toda su genialidad y su extraordinario conocimiento del juego, Kieseritzky era el jugador más díscolo y cascarrabias. (…) En sus aperturas se deleitaba en todo tipo de maniobras extrañas y fuera de lugar. En los finales, cuando el camino a la victoria estaba claro y directo ante él, se desviaba, como por puro desenfreno (…)”.
No he encontrado nada sobre su prematura muerte, salvo que su situación económica no debía ser muy buena y fue enterrado en un cementerio de indigentes.
Ánderssen y Kieseritzky se enfrentaron muchas veces. Aparte del mencionado match ganado por Kieseritzky, en Chessgames podemos encontrar 15 partidas entre ellos con un resultado favorable al jugador francés (+7=2-6), aunque en la Mega Database hay una partida más, con un empate global (+7=2-7).
La partida
A continuación incluyo la partida extensamente analizada con la ayuda de Stockfish 15.1 en un AMD Ryzen 9 5900X 3.7 GHz, 12 núcleos, Tablas Hash 1GB.
He conservado muchos comentarios y variantes de Kaspárov (“Mis geniales predecesores, Volumen I: De Steinitz a Alekhine”, p. 27-31), y veremos que, sin la ayuda de los ordenadores y módulos actuales, ni siquiera uno de los mejores jugadores de la historia es capaz de encontrar jugadas que están fuera del alcance tanto de los humanos como de las máquinas y programas de hace 20 años, que es cuando Kaspárov escribió su libro.
Y no olvidemos que en la época que se jugó la partida en el siglo XIX (y prácticamente durante todo el siglo XX) se necesitaban muchas horas e incluso semanas para anotar tan siquiera algunas de estas variantes sin cometer demasiados errores, participando a veces en los análisis varios maestros que reafirmaban o refutaban unas variantes y otras, incluso muchos meses después de haberse jugado una partida.
Así que imaginemos el esfuerzo enorme que supuso para Ánderssen y Kieseritzky, dos de los mejores jugadores de la época, ser capaces de encontrar sobre el tablero tan solo algunas de las jugadas posibles y correctas que se escondían entre tal océano de posibilidades. También cabe mencionar que en esa época todavía no existían los relojes de ajedrez (véase mi artículo “El reloj de ajedrez”), y que por tanto se jugaba sin límite de tiempo, así que tampoco sabemos cuántas horas duró esta partida…
En cuanto hagáis clic en una jugada aparecerá el tablero, que podréis mover a donde menos estorbe (debajo del tablero tenéis un botón para girarlo, y otro para descargar la partida en formato PGN).
Tras este detallado análisis, ¿podemos seguir llamando a esta partida como “La Inmortal”? Personalmente creo que podría ser calificada como “La Inmortal hasta 1851”, o bien tendríamos que hablar de “La combinación Inmortal hasta 1851”, pero si entendemos una partida de ajedrez como “un todo”, al igual que entendemos como “un todo” cualquier obra de arte, no se merece tal calificativo. En mi opinión, a lo largo de la historia ha habido muchas partidas igual o más espectaculares y, sin ninguna duda, de más calidad, ya sea de la mano de muchos campeones mundiales, o bien de grandes maestros de primera línea menos conocidos. Sin ir más lejos, seguramente podemos encontrar mejores partidas del actual campeón del mundo, Magnus Carlsen, jugadas en torneos recientes o de no hace muchos meses. En este artículo de la Wikipedia hay una serie de partidas consideradas “inmortales”, y en esta otra página de Chessgames hay muchas más, así como en esta otra colección aún más larga también de Chessgames. Claro que llevaría mucho tiempo revisar y analizar en detalle cada una de ellas para decidir cuál sería la que se merece por derecho propio el nombre de “La Inmortal”…
Saludos.