Charlando con un compañero de trabajo sobre los secretos que encierra el ajedrez, y comentado la posibilidad de que todo estuviera ya inventado, cabe aclarar que las jugadas diferentes existentes en una partida de ajedrez son «casi infinitas», y de momento inalcanzables incluso para los superordenadores más potentes.
Para concretar este «casi infinitas», he aquí la siguiente cita:
«Los matemáticos han calculado que se pueden dar 197.299 posiciones diferentes tras las dos primeras jugadas, y después de las diez primeras, 169.518.829.100.544.000.000.000.000.000 variaciones. Y como dato curioso, para que todas esas variantes posibles tras los diez primeros movimientos sean probadas, a razón de una por minuto, toda la población de la tierra tendría que jugar ininterrumpidamente durante 17.000.000.000 años. ¡Que nadie se asuste! Eliminando todas las jugadas débiles, cosa que cualquier jugador medio haría en un abrir y cerrar de ojos, quedaría un número muy restringido de jugadas que merecen atención.»
«Ajedrez y Matemáticas», E. Bonsdorff, K. Fabel y O. Riihimaa, 1971, Ed. Martínez Roca 1976, Ed. MA40 2009.
Las 10 ó 20 primeras jugadas es lo que se llama «la apertura», fase que los profesionales conocen al dedillo, pues es a la que dedican la mayor parte del tiempo de estudio y sobre la que se escribe más literatura, ya que constantemente se descubren mejoras y nuevas variantes. A partir de ahí es cuando realmente empieza a funcionar la inventiva del jugador, lo que se llama «el medio juego». Luego vendría la última parte, no por ello menos importante y compleja, en la que quedan pocas piezas en el tablero, lo que se llama «el final».
En lo que al «ajedrez cibernético» se refiere, actualmente ya no se puede hablar de programas de ajedrez entendidos como un software que incluye la visualización de un tablero en pantalla (con gráficos y piezas más o menos deslumbrantes) y que es capaz de responder a nuestras jugadas. Hoy en día se habla por un lado del «interface gráfico», que muestra el tablero y demás parafernalia del programa permitiendo al usuario interaccionar con él, y por otro lado se habla del «módulo o motor de juego» (en inglés «engine»), que es el que realmente «sabe jugar». En el interface gráfico se pueden instalar diferentes módulos, jugar contra ellos, utilizarlos para que analicen partidas y variantes o incluso organizar matches o torneos entre los mismos para estudiar su potencia y estilo de juego.
Los motores de ajedrez ya superan a cualquier jugador del top-ten mundial desde hace 3 ó 4 años (Wikipedia: Computers versus humans). De hecho cualquier jugador profesional e incluso de club los utiliza para el análisis y estudio de sus partidas y las de sus rivales antes de jugar contra ellos. Su única debilidad, como bien recalcan sin cesar sus más acérrimos detractores, es que no tienen intuición ni inteligencia, pero suplen estas carencias con complicadísimos algoritmos de evaluación capaces de distinguir entre jugadas buenas y malas, y una gran capacidad de cálculo propiciada por la enorme potencia de los microprocesadores multinúcleo actuales tales como los Intel Core i3/i5/i7. Para hacernos una idea, un motor de ajedrez suele ser capaz de analizar más de 10 millones de posiciones por segundo en un ordenador provisto de un micro Intel Core i7.
Los motores disponen de dos ventajas claras o ayudas a las que no puede acceder un humano durante el desarrollo de sus partidas:
- La base de datos o «libro de aperturas» (Wikipedia: Opening book), está formada por unos 5 millones de partidas recopiladas a lo largo de la historia con la evaluación de cada jugada (es decir, si es buena o mala). De esta forma, los motores nunca se equivocan en esas 10 ó 20 primeras jugadas, aunque por otra parte se fían ciegamente del libro y ni se molestan en buscar otras alternativas. Son las personas que crean el libro quienes se encargan de mejorar su contenido en función de los resultados que van obteniendo los módulos al utilizar cada apertura.
- La base de datos o «tablas de finales» (Wikipedia: Tablebases), generadas por Nalimov, matemático ruso que inventó un algoritmo capaz de, a partir de cualquier posición de mate con pocas piezas en el tablero, generar todos los caminos posibles desde los que se alcanza dicha posición de mate. Estas tablas existen con hasta 6 piezas, se han tardado meses en generarlas y ocupan aproximadamente 1TB (terabyte, es decir, 1024 gigabytes). De esta forma, en cuanto quedan 6 piezas en el tablero (o incluso más ya que los motores las utilizan como ayuda aunque queden más piezas), juegan automáticamente y sin errores sin más que seguir las variantes de la base de datos. Actualmente ya se está trabajando en finales de 7 piezas, pero con la capacidad de proceso y almacenamiento actuales es muy difícil, costoso y de momento casi imposible generarlas (Endgame Tablebases Online).
De todas formas, se consiga o no un programa perfecto capaz de escrutar absolutamente todas las posibilidades existentes sobre el tablero, el ajedrez es algo demasiado complicado para que los humanos lo juguemos sin errores, y por tanto siempre seguirá siendo «un juego para disfrutar entre humanos», lo mismo que ocurre con casi todos los juegos de mesa que los ordenadores dominan a la perfección casi desde que se inventó la Informática (obviando por supuesto el componente humano que existe por ejemplo en marcarse un farol jugando al póker…).
Para finalizar, podemos resucitar el tan manido tema de cómo definir el ajedrez. En Internet aparecen montones de artículos si buscamos el texto «ajedrez juego deporte ciencia arte». Como arte lo definen los más enamorados del juego, y con los otros términos lo define casi cualquier aficionado (EL AJEDREZ ¿ciencia, arte, deporte, pasatiempo?), aunque los profesionales van más allá: Spassky decía que «el ajedrez es como la vida», Korchnoi decía que «el ajedrez es mi vida» y Fischer decía que «el ajedrez es la vida».
Uno de los primeros libros de ajedrez que se escribieron en la historia se titulaba «Repetición de amores y arte de ajedrez«, escrito en 1495 por Lucena (un conocido jugador de la época), así que algo de cierto habrá en que el ajedrez es un arte que deleita la vista y despierta los sentimientos de quien lo observa… o incluso de quien lo juega… Eso sí, sólo está al alcance de unos pocos el ser capaz de producir una obra de arte sobre el tablero.
Saludos.
«Bobby» Fischer, uno de los más grandes…