¡Se terminó el Máster! Ha sido un arduo y duro camino, nueve meses de clases todas las tardes en la Facultad de Ciencias de la Educación de Oviedo, con un montón de trabajos y algunos exámenes, incluida por mi parte la obtención en un curso intensivo en noviembre del Cambridge ESOL PET Preliminary English Test (ya que era obligatorio acreditar el nivel B1 de inglés), más trece semanas de prácticas en el instituto entre enero y mayo con cuatro horas todas las mañanas (en mi caso en el IES nº 1 de Gijón) simultaneadas con las clases en la facultad, y por último, por si todo lo anterior fuera poco, un Trabajo Fin de Máster de 68 páginas que expuse la semana pasada y que recoge muchos de los conocimientos adquiridos a lo largo del curso, así como reflexiones, comentarios e ideas referidas a la innovación educativa.
Mis resultados personales en cuanto a calificaciones han sido excelentes, pero no ha sido gratuito, tanto en lo que se refiere a esfuerzo personal como a tiempo dedicado y restado de otras actividades, incluida la vida familiar. Desde luego que el CAP ha pasado a mejor vida, pero en todo debe haber un punto de equilibrio. Según todos los indicios el curso próximo se van a corregir algunos errores, pero en esta primera promoción ya hemos sufrido la novatada en nuestras propias carnes.
Siendo algo más positivo y echando la vista atrás puedo afirmar que, cuanto menos, toda la materia que hemos visto a lo largo del curso, más o menos útil, ha servido para tener una visión global del sistema educativo, de los centros de educación secundaria, de la diversidad y problemas tanto del alumnado, como del profesorado y de las propias familias, y, en general, para ser más conscientes de todo lo que implica y significa convertirse en educador. Los contenidos siguen siendo prioritarios y fundamentales, pero no menos importante ha de ser la tarea de convertir en personas responsables a unos niños y jóvenes de entre 12 y 18 años (incluso mayores en el caso de los Ciclos Formativos de Grado Superior) que en muchos casos presentan un déficit en la educación familiar altamente significativo. No sólo se trata de ser profesor en una materia, sino de proporcionar una educación integral.
Ahora viene la segunda parte: conseguir una plaza de profesor o, siendo más realistas, entrar en lista de interinos, ya que la pírrica valoración del 60% que se asigna a la fase de oposición hace prácticamente imposible quedar por delante de otros profesores interinos con años de experiencia que acumulan con ello varios puntos en el concurso de méritos. Este año la crisis no ha perdonado, el Principado no tiene fondos y tan solo se han convocado 108 plazas de las especialidades de Lengua Castellana y Literatura, Geografía e Historia, Matemáticas, Física y Química, y Biología y Geología. Es decir, materias que llevan impartiéndose toda la vida y en las que se producen jubilaciones anualmente, lo cuál no ocurre en una especialidad de tan corta vida como es el caso de la Informática. No queda más remedio que esperar tiempos mejores…
Saludos.