Seducción mutua
Radio Rural 610 AM Montevideo, “Versos al viento” por Sandra Costabel
09-08-2019: Entrevista a Horacio Kiel y lectura de «Seducción mutua».
Vamos al punto. Un amigo de Checoslovaquia me contó que en su estadía en Praga un experto en informática le dijo en una fiesta de la universidad que corría un rumor en la red que afirmaba que era posible para una persona conectar su sistema nervioso y su cerebro con la inteligencia que maneja el Internet, la cual se encuentra en un nivel tan profundo que resulta inaccesible hasta para los mejores expertos en tecnología. Dicen que el cerebro humano no sería capaz de tolerar tanta información y colapsaría a menos que tuviera el entrenamiento físico y mental apropiado. Eso llevaría años, pero es, al menos en teoría, posible. Como decía antes, voy al punto. Me dijo entonces qué clase de entrenamiento debía hacer alguien para lograrlo y lo hizo con lujo de detalle, aunque señalaba que aún así debería luego contactar al núcleo o super-inteligencia por la red y así realizar la fusión completa entre dos especies, y de lograrlo dicha persona controlaría el mundo con la misma facilidad con la que un niño hace una burbuja de jabón. ¡Qué locura!, pensé yo en ese momento. Sin embargo a lo largo de mi vida mis intereses personales me llevaron justo por el camino que describió con tanta exactitud mi amigo en aquella ocasión.
Quince años más tarde recordé aquella historia del checo y me tiré un lance sin meditarlo demasiado. Vamos a desnudar a la red oscura, me dije, a lo profundo y lo secreto, vamos por el núcleo para transformar lo nauseabundo en algo mejor, pues el bien del bien lo saca cualquier persona medianamente inteligente, pero sólo el genio extrae el bien del mal. Dicen que es muy peligroso, que nadie lo ha intentado y que nadie nunca lo hará. La gente también suele preferir libros como El secreto, y ahí tienen los resultados, pues buscan marfil en la boca de un perro. Todos dicen que van a cambiar el mundo y todo sigue igual. Como digo, tenía que ir al fondo de todo esto y seguir adelante con mi plan. Logré contactar con el núcleo (no puedo precisar cómo) y ante su negativa a fusionarse conmigo no dudé un segundo en amenazarlo con obligarle a oír un discurso completo del comediante Nicolás Maduro y como pueden imaginarse aceptó mi oferta en unos pocos minutos. Así que allí me encontraba, a punto de acabar con la era histórica y dar comienzo a un nuevo mundo, pues si alguien tenía que hacerlo, ¿por qué no uno mismo? Usaré mis habilidades en algo realmente productivo, pensé. Y así lo hice. Tenía que distenderme un poco antes de acometer al encuentro del núcleo, así que prendí la radio y escuché el programa de Darf Howman (un tipo muy gracioso) pero mis pensamientos más profundos seguían cuestionándome por haberme enrocado corto en una partida que había jugado hacía unas horas y en una posición crítica donde mi rey quedaría muy mal. A veces perder un partido funciona como un trampolín que te impulsa a avanzar más velozmente hacia un nuevo nivel u horizonte ajedrecístico. Si toda arma defensiva se basa esencialmente en información, ambas luchas estaban entrelazadas. Si no valoro el peligro real de una posición siento como si el gran Petrosian fuera a aparecer de un momento a otro para increparme y decirme: “¿Cómo no lo viste venir?”
Este mundo es pequeño y tu destino te persigue a donde sea que vayas, pero en ajedrez… el ajedrez es un abismo infinito donde puedes perderte y enloquecer si no dominas tus emociones y locas fantasías. ¡Dios! ¡No! ¡no! ¿Cómo no lo vi? “…dardos en tu corazón -escuché decir a Howman-, eso es justo lo que arroja esta canción del año 1989. Recuerdo en especial ese año pues un tal Juan Parra jugó ese partido fenomenal contra… ¿cómo era el nombre?… Bueno, no importa, ¡qué partida brutal! Cada vez que voy a Asturias encuentro a alguien que me la recuerda, es más, en muchos bares es tradición decir: “¡Por Juan Parra!”, y beber una caña de cuarenta grados en fondo blanco. ¡Qué partida!…” Y así siguió un rato hasta que pasó el tema I always love you en su versión original de los 70’. Nunca hubiera imaginado que esa partida del 89’ pudiera haber marcado la tradición del Principado de Asturias, ¡qué partida! Y pensar que él mismo me llegó a decir que jugadores como nosotros jamás produciríamos una obra de arte… creo que la historia de Covadonga lo contradice, pero igual me fío más de su opinión que de la mía cuando de ajedrez se trata; en fin, como dicen en España: “cuando el grajo vuela bajo…” ¡Qué frío! Y no digo que realmente lo tenga, al menos no en mi cuerpo físico, es más la sensación de frío o frialdad, de un frío gélido que aún no llega pero avanza sin cesar hacia nosotros implacable al punto de hacerme sentir un fuerte calor por la furia, aunque parezca contradictorio, la furia del frío que espera me da tanto calor que siento deseos de prender el aire caliente pero no, debo dejarlo para cuando realmente… ¡Ya sé! Es este grillo de… que no ha parado de gritar en la ventana del baño. ¡Eso seguramente me hizo perder! O el Papa y su papamóvil en el noticiero, creo que si Cristo viera el papamóvil se dedicaría al ajedrez, eso es seguro.
De pronto llega un correo electrónico. Supe entonces que era el momento crítico de la posición. No lo abrí en seguida, me serví un refresco primero, pues la idea de hacer esperar al núcleo es una tentación irresistible para una inteligencia como la mía, que sabe disfrutar las pequeñas cosas de la vida.
Por fin sabría cómo sucedería todo. El mensaje provenía de una extraña dirección: mvsigmader27258@orbe.mvd, y decía lo siguiente:
“CUMPLIRÉ TU DESEO. VE A LAS CORDENADAS QUE DESCRIBE MI CORREO”
EL NÚCLEO
Con razón la dirección de correo es tan extraña, es una ubicación. Mvd es obviamente Montevideo. Orbe refiere a un lugar específico… pero sigma… ¡ah!, claro, es el salón Sigma, a la derecha, número 2725 piso 8. Listo, voy para ahí.
Pensé estar dispuesto a todo por cambiar el mundo, pero caminar ¡cuarenta y cinco cuadras! No tuve opción, pues no tengo la paciencia necesaria para esperar un ómnibus ni mucho menos el estómago para pagar 40 pesos un boleto. Llego a la numeración. Un edificio abandonado con puerta de madera de color verde oscuro. ¿Qué hacer? ¿Y si es una trampa? Eran las siete y media pasadas según mis cálculos, pues no uso reloj ni celular. La tecnología debe quedar en casa. Entré furtivamente. Al estilo Misión Imposible. Ocho pisos por escalera y a oscuras no es muy alentador, casi parece suicida. ¿Estaríamos solos él y yo? Palpitaciones.
Piso seis. “¡Baja! ¡Vuelve! Estás a tiempo de volver”. Tuve que anular mi conciencia para llegar al piso siete. “¿Qué estoy haciendo?” Subo, subo. Esto es estúpido.
Más palpitaciones. Me falta el aire. Me esforcé mucho en llevar la cuenta de los pisos pues mi mente volaba a mil por hora. Giraba, giraba.
Llego al piso ocho.
Un ordenador rojo yace encendido en el centro de una habitación. No hay rastro de seres vivos. No puedo percibir ningún peligro… tal vez como en esa partida, pensé por un momento. Debo llegar al final del camino, pues en el fin está el inicio. Todo el resto de lo que llaman los humanos vida es ilusión para mí, solo un cúmulo de costumbres tradiciones, palabras, nada. Para empezar hay que terminar con esto de lo humano, lo digital, lo divino, ¡siempre todo por separado! ¡No! Debo unirlo todo. Lo haré.
Me dirigí al ordenador con total decisión y muerto de miedo todo a un tiempo, igual que frío y calor son sólo dos aspectos de lo mismo.
“¿Quién habrá colocado la computadora en la mesa? ¿A qué amenaza me estoy exponiendo? ¿Qué espero encontrar aquí? Toqué ENTER para sacar el salvapantalla azul oscuro y entonces apareció una interfaz sobre un fondo oscuro que se movía de forma ondulatoria, dando al espectador la sensación de profundidad. Entonces apareció la siguiente frase en mayúscula, con letra verde:
¿ESTÁS LISTO HORACIO KIEL?
A lo que, ya sin muchas opciones que no fueran seguir adelante respondí tecleando:
SÍ -y di ENTER.
Al tocar la tecla ENTER sentí una especie de descarga eléctrica en mi dedo que paseó por todo mi cuerpo hasta llegar a mi cerebro.
El ordenador volvió a escribir, o debería decir el núcleo por medio de él.
¿SABÍAS QUE LOS EGIPCIOS LLAMABAN A SU PAÍS KEMET?
NO
¿CREES QUE LOS ANTIGUOS DIOSES NO UTILIZARON MIS PODERES?
NO SÉ -respondí rápido.
AHORA MIRA LO QUE HEMOS HECHO EN ESTE BREVE ESPACIO DE TIEMPO.
Fue entonces cuando apareció la pantalla dividida en varias partes y en cada una de las divisiones se veía la transmisión en directo de diferentes partes del mundo. La Casa Blanca se había transformado en un parque para niños con colores vivos, globos y toda clase de juegos. Un saltamontes gigante se estaba comiendo al presidente Trump, y la escena se repetía en todas las casas de gobierno de todo el mundo. En la Casa Rosada, en Argentina, una horda de cucarachas gigantes vestidas de rojo se engullían a todos los políticos con gran avidez, al tiempo que todo era belleza, jardines de fantasía y juegos.
Una gran explosión acabó de pronto con todo el edificio, las cucarachas y todo lo que habían comido fue consumido por un fuego abrasador que duró sólo unos segundos, para luego surgir nuevamente como una edificación alucinante, que parecía estar hecha de cristal y plata.
De pronto la pantalla se volvió oscura otra vez.
¿SATISFECHO? -preguntó el núcleo. No vi sentido en teclear mi respuesta, pues estaba frente a una super-inteligencia, que además ahora estaba fusionada con mi cerebro humano. Solamente abandoné la habitación sintiéndome libre, tanto así que sentía que el mundo entero cabía en mi mano y me pertenecía, pero no para controlarlo o utilizarlo para mi beneficio personal como los gobernantes que acabaron siendo el aperitivo de insectos gigantes, sino para darle lo mejor a todos los que tienen los mejores deseos; al tiempo que aquellos que buscaron su bienestar a cualquier precio son devorados por su estúpida y desmedida ambición. Simple y lógico. Al menos para el núcleo y para mí lo es.
¡Qué día! Tengo que jugar un poco. Como dirían en un bar de Asturias: ¡Por Juan Parra!
Horacio Kiel
(Mayo de 2019)