La daga llameante

La daga llameante

La daga llameante

Horacio KielMe ha costado tanto recordar lo acaecido la noche del sábado -día nefasto- de ese frío año de 1459. Buceando en mis vagos pensamientos pude vislumbrar a mi amigo François Villon recostado sobre una alfombra persa tocando su preciado laúd. Ahora, contemplando la daga llameante que logró en cierta aventura conseguir, pienso que tal vez su exilio era inevitable.

Justo antes de partir a lo desconocido me confió la ubicación de este invaluable objeto, cuyo significado profundamente misterioso se pierde en el arcano del tiempo.

Tenía solo veintitrés años cuando recibí este obsequio y Villon una dura condena. Era diez años mayor pero siempre pedía mi consejo, aunque rara vez lo seguía. Lo recuerdo todo ahora en este formidable año de 1490, cuando el éxito finalmente se acuerda a su vez de mí por otra extraordinaria circunstancia.

Resulta que un comerciante fenicio que venía de hacer unos negocios en Cartago ofreció venderme un mapa de incierta procedencia mientras conversábamos jugando al ajedrez en mi amada París. No hice demasiadas preguntas pues su autenticidad parecía indudable, y con 20.000 francos me hice con la reliquia que señalaba la existencia de un continente situado al oeste de Europa. Me pareció muy verosímil la existencia de un continente desconocido para nosotros y solo me restaba hallar al navegante indicado para tal expedición. En fin, volvamos a esa fría noche del sábado de hace ya ¡treinta años!

¿Qué era lo que cantaba Villon esa noche? Lo que sé es que jamás lo escribió pues no era la temática habitual de su obra. Creo que era algo sobre serpientes o dragones, ¡serpientes y dragones! Eso era. Ellas luchaban en el espacio, me parece, y trataban de dominar la Tierra influyendo en las mentes de los seres humanos, cambiando sus costumbres ya que ellas son las reinas de todas las cosas. Muchos creyeron que el ron lo había afectado y estaba delirando, pero yo lo había visto bastante peor otras veces y noté que hablaba con coherencia de cosas que realmente conocía. Decía que ese dominio de los reptiles conduciría a una Revolución Francesa y luego a tres guerras mundiales para establecer un gobierno único que dirigiría a la humanidad sometiendo a todos a la esclavitud con la ayuda de avances científicos que permitirían establecer una cárcel sin que nadie note haber entrado en ella, pues todos ya nacerían dentro. Este en resumen era el plan de aquellas entidades monstruosas.

A esta altura dos de sus colegas ya se habían medio desmayado junto a la estufa y el tercero estaba afilando un cuchillo de quince centímetros de hoja que había fabricado su propio hermano. Incluso llevaba sus iniciales en el mango. Realmente me ponía nervioso verlo manipular aquella obra de arte, pues parecía que le era más preciada que ninguna otra cosa en el mundo. Solo lo soportaba entonces para escuchar las poesías de François Villon antes de que se perdiera por siempre.

Como decía, en un momento Villon dejó de cantar y continuó hablando sobre este extraño designio que aquellos seres tendrían para la raza humana. Su forma de contarlo era tan exacta que tuve que contenerme varias veces para no preguntar por el origen de esa información, pues no quería que se detuviera.

Su increíble relato abarcaba tiempos remotos y se extendía cientos de años en el futuro. De no ser su mirada tan intensamente convincente le hubiera tenido por un demente, pero era imposible no caer bajo el influjo de su seductora historia. Este insólito plan, decía, incluía la misma crucifixión de Jesús y aún se remontaba a tiempos de Abraham.

Mientras continuaba tocando una hermosa melodía, por unos instantes miró hacia el techo, creo que para estudiar su estado, pero luego lo cautivó algo en su diseño, aunque en su lamentable estado creo que no lo hubiera distinguido de una catedral gótica. El cielo siempre parecía despejado y lleno de optimismo cuando se le ocurría una idea. Toda la dura y desdichada vida que eligió siguiendo su alma de poeta desfiguró alguno de sus rasgos de la juventud que ahora lo hacían parecer misterioso y hasta un poco temible por momentos. Era un joven hombre que había visto más de lo que uno podía soportar y ahora llegaba a una dura encrucijada de su existencia terrenal.

Creo que todas las posibilidades estaban en él, y nada en este mundo logró retenerlo, atraparlo o conformarlo. Espero que su obra siga el recorrido que su vida no pudo alcanzar tan plenamente por tantos avatares del destino. En fin, cuando finalmente sus ojos se posaron de nuevo en la alfombra concluyó su inquietante historia.

El otro hombre, mientras tanto, se durmió sobre su reluciente cuchillo, creo que por la tranquila melodía del laúd.

“Luego de todo este desastre necesario -dijo- los reptiles y dragones del espacio sembrarán el terror en los hombre, aun en los más valientes, para que así olviden su antiguo poder y puedan controlarlos por medio de aparatos que les dirán lo que deben hacer y cómo deben vivir. Y luego de esto vendrá el Supremo y aclarará todo”. Y en este punto dejó su laúd y quedó dormido en la alfombra.
Me pregunto en qué habrá soñado.

Horacio Kiel
Honorary Chess Ambassador
(2022-03-21)

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