El reino de Laugh it up
No era algo trágico pensar en los días más felices de Laugh it up, un reino mágico ubicado, situado o constituido más allá del Polo Sur, en las tierras prohibidas para los de este lado. No era fácil tampoco situar aquellos recuerdos en alguna parte en el tiempo o en el espacio. Al borrar los recuerdos de una persona para imprimir un nuevo diseño por medio de modas y tradiciones inútiles logrando así un comercio mundial de sirvientes dóciles controlados por tecnologías aplicadas mediante estrategias psicológicas relativamente simples, no resulta fácil recuperar el sentido de orientación.
Calvin Arthur Clark había recordado algo importante, había recuperado un recuerdo que podía llevarlo a recuperarse a sí mismo. Una simplificación burda puede a veces reducir una historia a una creación burda, pero esta vez no creo que dar largas explicaciones pueda aclarar mejor el descubrimiento de mi estimado Clark. En fin, recordó que Dios tiene un diseño perfecto y celestial para el ser humano el cual está siendo saboteado por un sistema que intenta imponer una seudocultura basada en un culto a la personalidad que es descrita como la marca de la bestia y cuyo número se encuentra en todos los códigos de barra de todo lo que se puede comprar o vender.
Así de simple.
Este recuerdo lo movilizó como una futurización de su vida hacia otras elevadas y desconcertantes cumbres de la evolución.
En el reino de Laugh it up había un lema que decía: “finge hasta que suceda”. Nada era imposible en aquel lugar.
Recordó que su antiguo nombre era YO SOY, y que ése era el nombre de todos allí.
Recordó también que el significado etimológico de la palabra recordar es volver a pasar por el corazón, lo que lo llevó a recordar que la personalidad es lo más superficial del ser y que una verdadera civilización seguro ha de tener sus raíces en su real ser y no en modas pasajeras o tendencias humanistas corrompidas por corporaciones que entienden al ser humano como un producto de consumo o utilidad o moneda de intercambio en un juego de influencias interdimensional entre varias especies de seres vivos habitantes del multiverso.
Era fácil recordar una vez que sabía quién NO era él, y entonces se acercaba a quien realmente habría sido y al que podría llegar a ser.
Había una colorida escuela en Laugh it up cuyo nombre, escrito en color reina púrpura, siempre llamaba la atención de los nuevos ciudadanos del reino. “CONTROLA TU MENTE”, rezaba el pintoresco cartel luminoso. Recuerdo cuando llegué por primera vez y pedí un postre rojo que me enamoró al pasar por un puesto de comida flotante. Me lo entregaron con una sonrisa extendiendo la mano con una felicidad sobrenatural al tiempo que el puesto seguía su recorrido flotando grácilmente como en un sueño placentero.
No podía residir allí permanentemente porque para ello debía pasar cierto tiempo de adaptación o prueba. Entonces recordaba al prestigioso oceanógrafo C. Arthur Clark con su ordenada y perfectamente organizada agenda y no sabía si reírme aún más o sentir pena por él, en el mismo instante en que de alguna manera Calvin se estaría conectando conmigo, elevando sus pensamientos día tras día.
Entonces, me transportaba a la mente de Calvin, y él comenzaba a transportar su mente hacia Laugh it up, hasta que al fin conseguí mi residencia.
Y entonces escribí este cuento.
FIN
Horacio Kiel
Honorary Chess Ambassador
(2022-08-14)