El Maestro de Valencia

El Maestro de Valencia

El Maestro de Valencia
Horacio Kiel
“Deja que la belleza que amas sea lo que haces”. Rumi

Conocido como el Maestro de Valencia llevaba el nombre de un Dios pero su juego evocaba las fuerzas oscuras. Su vida y entorno saludables contrastaban con el subyacente deseo de conquista que se expresaba en las intensas luchas en el tablero. En un chalet a diez minutos de la ciudad de Valencia el tiempo transcurría diferente, en calma como el corazón palpitante de un jaguar en la noche.

Una serie de eventos trágicos había golpeado al maestro durante meses lo cual lo había llevado al límite de su resistencia, y en aquella noche tan especial debería encontrarse con la diosa de los jugadores, Caissa, quién iría a su encuentro para revelar la causa de sus tragedias.

Esa mañana había sido grandiosa, y el camino pintoresco en medio del campo se veía muy especial cuando los perros corrían saliendo al encuentro de un magnífico día lleno de nuevas emociones. En un sitio tan tranquilo, la voz del maestro valenciano era a veces como un trueno en un mar en calma.

No había muchas flores, su esposa lo había dejado hacía un mes y los perros no parecían extrañarla demasiado. La vida parece difícil a veces, pero esto no parece importarle a la tierra que pisas, que suele ser ecuánime y estable aun más que tu corazón herido por el destino.

Era como un ave acuática herida por las sombras de lo que fue o la idea de lo que debería ser. Eso es lo mágico de la vida, un arcoiris con todas las posibilidades, y todas son correctas. Y el maestro de ajedrez legendario paseaba por su campo como un dragón con apariencia humana, lo natural y las combinaciones infinitas en su mente contrastaban en una espiral eterna.

Él no lo veía así. No se veía a sí mismo como Perseo luchando contra la medusa sino como la sangre de Valencia regurgitando el dolor de la humanidad en una explosión creativa. Su dolor y sus chistes eran a veces tan mortíferos como su jugadas. Dicen que solo un jugador fuerte sabe lo débil que es su juego. Y él no era débil.

En la penumbra esa inolvidable noche el maestro de los chistes y los juegos de Valencia salió a ver una luz extraordinaria que alternaba entre tonos verdes azulados y unos ojos violetas en medio centelleaban en forma tal que su corazón se detuvo por un instante.

– ¡¿Qué miras tú, incrédulo valenciano?! ¡Ven aquí! Acércate, Maestro de Valencia.

Fue realmente muy difícil dar el primer paso, pero finalmente su resistencia cedió ante lo inevitable y fue al encuentro de su diosa. Los ojos violeta desaparecieron dando lugar a un bello espectáculo de luces que lo rodearon en un ambiente mágico de irrealidad. Había sido bendecido con poderes que le permitirían de ahí en más experimentar la visión mística a través del tablero de ajedrez. No había a dónde escapar, encrucijada del inevitable y glorioso destino lo estremeció.

Miro en todas direcciones, estaba recostado en el sofá de su casa y sus perros dormían plácidamente. El reloj marcaba la hora exacta de su próxima clase y por tanto se conectó a internet y estableció el contacto humano nuevamente luego de su increíble experiencia.

Qué hora sería igual ahora que podía ver el futuro, pues todo lo malo se transforma en bendición, y a veces lo bueno solo nos separa de nuestros verdaderos sueños.

Lo que antes era avanzar ahora era la cuenta regresiva para la realización. Caissa lo había transformado todo, y la noche seguía siendo pacífica, pues en Valencia rara vez ocurre algo interesante.

Fin

Dedicado al Maestro de Valencia, por su dedicación y servicio al noble juego del Ajedrez.

Horacio Kiel
Honorary Chess Ambassador
(2023-02-11)

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